Titibots y su forma única de enseñar a los niños
Cuando se habla de codificación es usual imaginarse a las personas sentadas frente a una computadora, por varias horas, escribiendo códigos y secuencias complicadas que solo entienden los que estudiaron para eso.
Sin embargo, gracias al proyecto Titibots, niños y niñas —con edades entre los tres y los seis años— pueden dar sus primeros pasos en este campo.
¿Qué es Titibots?
Es un programa que enseña a los niños y niñas a programar un robot. Empezó a desarrollarse en 2013 cuando Kryscia Ramírez, la mente detrás de esta innovación, realizaba sus estudios de doctorado en Computación e Informática.
En una visita a la Fundación Omar Dengo (FOD), y al enterarse de que ella era la profesora de robótica de la Escuela de Ciencias de la Computación e Informática (ECCI), le propusieron que hiciera una aplicación para que los chicos y chicas, desde edades de preescolar hasta el colegio, aprendieran a programar robots. Sin embargo, los adolescentes y los preescolares aprenden de maneras completamente distintas.
“Delimité el público meta en preescolar, de tres a seis años. Eso más que todo porque mi hija en ese momento tenía dos años. Entonces que podía crear algo para que ella aprendiera, desde muy pequeña, algo que a mí me encantaba hacer. Ella fue mi inspiración”, comentó Ramírez.
Se hizo una prueba con un prototipo de la aplicación para ver si la conexión entre esta y el robot, al mandar los comandos, se daba. Al obtenerse resultados positivos con el experimento, se procedió con la creación de la aplicación móvil, ideada para tabletas, con los robots LEGO Mindstorms que utiliza la FOD.
Ramírez explicó que la aplicación tiene dos versiones. La primera contempla solo a los Tititbots; esta vendría siendo la versión individual, ya que un solo niño trabaja en la tableta para programar al robot, revisar si lo hizo bien o si tiene que corregir algún dato.
En el 2013, cuando empezaron a salir aplicaciones internacionales similares (ScratchJr), Ramírez comenzó a trabajar con otro enfoque para mantener el elemento de innovación. Así fue como se ideó la segunda versión: Titibots Colab. Esta agrega el elemento de la colaboración, ya que se trabaja en grupos de tres personas. Se les enseña a los niños y niñas a codificar mientras se están divirtiendo, y eso los motiva a que lo interioricen.
Esta versión surgió durante una pasantía en Brasil. Al enfrentarse a la situación de no contar con suficientes robots para que cada niño y niña tuviera uno, entonces se decidió que se hicieran grupos: cada chico y chica contaba con su propio dispositivo móvil, pero compartían un único robot. La profesora les daba los retos y juntos debían resolverlos. Una vez seguros de haberlo completado correctamente, se lo comunicaban a la docente —mediante la misma aplicación— y mostraban el robot en acción.
Titibots Colab sigue siendo la única aplicación que enseña a preescolares a programar a nivel mundial.
Rainforest Lab
Después de realizar varias visitas a centros educativos en donde se realizaron planes pilotos, y observar el potencial impacto que tendría al colocarlo en la sociedad, Proinnova —Unidad de Gestión y Transferencia del Conocimiento para la Innovación de la Universidad de Costa Rica (UCR)— motiva a Ramírez para que el proyecto vaya más allá de una tesis universitaria y dé paso hacia la creación de una empresa que permita llevar Titibots a las escuelas del país.
“A partir del trabajo que hicimos en conjunto, logramos hacer nuevas validaciones, mejoramos la interfaz y ya pudimos ofrecer un producto más terminado a la FOD, y también a Kryscia cómo emprendedora”, mencionó Liliana Rojas, gestora de Innovación del área de Ciencias Básicas e Ingeniería de Proinnova.
Rojas agregó que la parte más innovadora, y la que está protegida a nivel de propiedad intelectual, es la interfaz, porque permite una fácil interacción entre los niños y el robot, así como la programación. Con la aplicación protegida, se prosiguió a la firma de un contrato de licencia con la FOD para que utilizara la plataforma de manera gratuita, esto con el fin de poder impactar a la educación pública del país.
Gracias a ello se ha estado trabajado en planes pilotos en escuelas públicas de Alajuela, Nicoya, Puntarenas, Desamparados, Heredia, Cartago, San José (Central) y Guápiles, entre otras, en las cuales se vieron beneficiados un total de 1235 preescolares.
¿Y las escuelas privadas? Para este sector educativo se tiene el emprendimiento de Ramírez llamado Rainforest Lab, la empresa está en capacidad de ofrecerle a estos centros educativos la aplicación para que sus estudiantes también se vean beneficiados por esta metodología.
Co-beneficios
Aparte de que aprendan programación, los Titibots Colab también ayudan a que los pequeños logren aprender el valor de la cooperación desde edades tempranas, en las que tienen —debido a su etapa de desarrollo— una mentalidad individualista y se consideran el centro del mundo.
Ramírez contó la anécdota de la profesora de preescolar con la que trabajó en Brasil durante su tesis: antes de empezar el taller, ella hizo una actividad en la que dividió a los niños en grupos para que hicieran un cartel. En esta primera instancia, los pequeños se comportaron de la manera que se esperaba (con peleas, que uno quiere hacer todo, entre otras actitudes).
Cuando se acabó el taller, se volvió a hacer la misma actividad, pero se juntó a aquellos que participaron juntos en el taller y a los que no. Al final, la maestra observó que —aquellos que no fueron parte del proyecto de los robots— tuvieron las mismas actitudes y problemas al hacer el cartel la primera vez, mientras que los que sí hicieron la actividad de los robots se organizaron mejor, el cartel estaba más organizado y lo hicieron en menor tiempo. Esta simple acción de la profesora demostró el impacto que buscaba generar el proyecto.
También se dio la situación de un niño que no quería trabajar con niñas y pidió que le cambiaran. La profesora le dijo que no iba a participar en la actividad y solo los observó. Días después, le pasó la misma situación al chico y sorprendentemente tuvo un cambio radical en el que estaba emocionado y le gustaba trabajar con las mujeres.
Titibots genera un mayor impacto de lo esperado en estos infantes, no solo al enseñarles a codificar sino porque —en el proceso— forman un sentido de unidad en ellos.